MALVINAS: DE PELIGROS, BIPOLARIDAD Y CONCIENCIA

Hace unos años, en los albores de un aniversario del 2 de abril, Londres había anunciado que aumentaría sus medidas de seguridad en las islas Malvinas porque consideraba que en ese momento existía «una amenaza muy viva» de parte de Argentina, “que podría intentar volver a invadirlas como hizo en 1982”.

Tanto esa vez, como en años anteriores y posteriores, aunque cada año con más despliegue, las fuerzas armadas británicas realizaron maniobras en aguas circundantes al archipiélago, con armamento nuclear, sin ningún tipo de impedimento, constituyendo una clara amenaza al orden internacional y a la paz de la región.

Entonces, ¿quién es el peligro?

“Al finalizar el 14 de junio de 1982, la guerra del Atlántico Sur, con la victoria de las fuerzas británicas sobre las fuerzas argentinas, tras 74 días de conflicto, se inició en el seno del gobierno británico un debate sobre el futuro militar de las islas” afirma en su primer párrafo un informe que en 2010 publicaron la Universidad Nacional de La Plata, a través de su Departamento de Islas Malvinas, Antártida e Islas del Atlántico Sur del Instituto de Relaciones Internacionales, y el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata.

“Esta discusión –continúa la investigación- se centraba sobre dos instancias. La primera, referida a la situación de enfrentamiento y amenaza en función del conflicto latente con la República Argentina, y la otra, referida a la proyección como posición estratégica en el tablero sudatlántico de la Guerra Fría. Estas dos instancias de carácter político-militar, dieron el basamento necesario para que el gobierno británico de 1982, bajo la potestad de Margaret Tatcher, adoptase la decisión de construir la mayor base militar en el hemisferio sur, enclavada en el Atlántico. La misma es conocida como Falklands Fortress”.

A la luz de lo ocurrido en los 40 años siguientes, no sería descabellado afirmar que aquel conflicto armado resultó ser el disparador –también pretexto, excusa, argumento- pero sobre todo una oportunidad única y quizás nunca antes dimensionada, de emplazar en Malvinas la mayor base militar en el Atlántico Sur, de potencial utilidad para Gran Bretaña y sus socios del Atlántico Norte, para favorecer acciones de control en la región y, entre otros muchos menesteres, legitimar el saqueo hidrocarburífero, ictícola y demás bienes de propiedad soberana argentina que desde entonces se viene perpetrando.

Muy a pesar de la Ley del Mar de Naciones Unidas, que define: plataforma, talud y hasta una porción de la emersión continental puede ser reivindicado por los Estados ribereños y a tal fin la República Argentina ha presentado los planos correspondientes, y en marzo de 2016, la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental (CLPC), dependiente de las Naciones Unidas, dictaminó sobre cuáles son los límites marítimos de la Argentina y estableció que la plataforma continental, Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y Antártida Argentina son parte de su (nuestro) territorio. Con esto, el país aumentó su plataforma marítima en un 35%, es decir, exactamente 1.782.000 kilómetros cuadrados.

Sistemáticamente, durante estos 40 años nuestra nación (y en especial nuestra provincia) ha sufrido la extracción discrecional de hidrocarburos del suelo submarino y de riqueza ictícola de las aguas dentro de la “zona de exclusión” arbitrariamente dispuesta por el Reino Unido desde la rendición argentina.

Pero, la bipolaridad inglesa –la misma que en tiempos de Sajonia llevaba a exterminar paganos en nombre de Jesús- se despliega ante propios y extraños como si nada: lo mismo cumple con el programa de “desminar” las Islas, como desoye las resoluciones de la ONU sobre sentarse a una mesa de diálogo con Argentina para resolver el conflicto sobre Malvinas o descolonizar los 10 enclaves ingleses que aún rinden obediencia a la Corona (Anguila; Bermudas; Gibraltar; Islas Caimán; Islas Malvinas; Islas Turcas y Caicos; Islas Vírgenes Británicas; Montserrat; Pitcairn y Santa Helena).

Así y todo, la Cuestión Malvinas es para la comunidad fueguina tema de agenda permanente. No sólo por todo lo mencionado, sino por otros aspectos no menos importantes como que las federaciones deportivas internacionales reconozcan equipos de Malvinas como si representaran a un estado autónomo o peor aún, inglés; la admisión de stands con la expresión “Faklands” en ferias uruguayas o de otros países latinoamericanos o la gran cantidad de vuelos logísticos que autoriza Brasil a aviones de bandera británica entre sus aeropuertos y Puerto Argentino.

Pero no todo lo que duele de Malvinas ocurre afuera. Después de 40 años de sangrar por la misma herida no dejamos de sorprendernos ante personas de nuestro país luciendo la bandera inglesa en su remera o frente a dirigentes políticos bastardeando la memoria con hechos y dichos que ni Dios ni la Patria les demandan ni lo harán.

A pesar de eso y por una disposición oficial, desde este año, los guardapolvos del alumnado fueguino deben lucir las Islas Malvinas en su frente superior izquierdo, para que niños y niñas, desde temprana edad, lleven consigo esta reafirmación de soberanía.

Cuando de Malvinas se trata todo es importante. Desde la indiferencia o el desapego que lamentable y tristemente perduran en la conciencia de muchas personas, hasta la reivindicación constante del respeto a nuestros héroes, a nuestra historia y a nuestros derechos. En ese orden.

Fuente: Revista 94Veinte Magazine.

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