Banzo, reconocido graffitero fueguino, contó su pasión por este arte urbano. “Soy nacido y criado en Río Grande, tengo 38 años y desde los 16 que me dedico a pintar graffiti acá en la ciudad”, contó.

Comentó que “es simplemente algo que hacemos, es como una cultura y después que empezamos con mis amigos, se sumó más gente. Entendemos que ya hay más de cinco generaciones de graffiteros y es una tradición que se pasa en forma oral y visual”.

Agregó que “el graffiti existe antes de Internet acá en Río Grande; está por todos lados pero por ahí la gente no se detiene un minuto a mirar lo que está escrito en las paredes”.
Banzo comentó que “Río Grande es reconocida por ser la que más graffiti tiene en la Patagonia y donde hay buenos escritores de graffiti y lo hacemos para mantener esta cultura viva, nada más”.

Entendió que “esto es algo natural que sale de la gente y siempre va a existir, todos en algún momento pintaron en un baño; sé que la gente se enoja, pero en el fondo lo entiende”.

Contrastó que “hay una diferencia fundamental entre el graffiti y el arte mural, en el primero es hacer letras y en el segundo pintar cosas, pero vemos que el graffiti está socialmente como más aceptado. Antes muchas veces terminábamos a las corridas, la gente se enojaba porque pintábamos, pero hoy en día se acepta más; de hecho estamos pintando y la gente no nos dice nada, si bien no es que pidamos permiso tampoco”.

Marcando territorio

Nacida de la cultura underground neoyorquina, el graffiti se extendió por los grandes centros urbanos del planeta. “Por ahí la gente no lo entiende, pero esto nos da como un sentido de propiedad, es como que esta nuestra ciudad. El que lo ve de afuera puede pensar que estamos haciendo daño, pero no es así, lo hacemos porque amamos a nuestra ciudad y lo que queremos es decorarla y dejarla bonita”.

“Si bien esta cultura se asocia a Nueva York, como el hip hop y después hubo una bajada de línea a otras ciudades, con el tiempo tuvieron sus particularidades, su idiosincrasia, hay un estilo que es netamente riograndense, de Tierra del Fuego”, dijo.

En este sentido puntualizó que “desde Caleta Olivia para acá abajo, no hay prácticamente graffiti, hay un vacío en la Patagonia, al contrario que Río Grande. Hay gente que viene de grandes ciudades donde domina el graffiti y cuando vienen a una ciudad chica como Río Grande y ven la cantidad de graffiti, es como que ‘flashean’. El graffiti en Río Grande no es una moda, sino algo tradicional; tenemos un nombre para Río Grande y es Río Graffde 9420. Acá se pesca trucha y se pinta graffiti”, resumió.

“Vivimos en una ciudad obrera, donde todo está regido por un número o un código en las fábricas y es por eso que a veces se ven números, por ejemplo, 512 ó 914 y la gente que pinta generalmente se pone un número y no un nombre para darse a conocer y representar a su grupo. Pinta números porque somos como piezas de serie de una fábrica, esa es la idea que hay detrás de eso”.

Finalmente dijo desconocer si hay otros grupos dedicados a este artes, pero entendió que “sabemos que hay mucha gente pintando; se transfiere de generación en generación porque no hay una escuela de graffiteros. Por ejemplo, traigo a mi sobrino y le enseño a pintar o bien algún chico se va a parar a mirarnos pintar y dirá ‘yo también quiero hacer eso’ y así se mantiene la tradición”.

“Godric estuvo aquí”

Desde las cuevas de Altamira o Lascaux, el hombre siempre tuvo la necesidad de expresarse y marcar su presencia. Es una necesidad intrínseca en la humana condición de decir al cosmos y a los tiempos futuros de su existencia.

Tal vez como anécdota sirva aquella famosa pintada que hizo un vikingo de la guardia varega al servicio de un emperador bizantino, que aburrido de escuchar misa en un lenguaje que no entendía mucho, se subió a una altura de la famosa iglesia Hagia Sofia y con su cuchillo escribió: “Godric estuvo aquí”.